México (4 nov).-El crimen organizado vistió de negro a un pueblo entero. En Michoacán, el municipio de La Piedad cambió sus actividades cotidianas para colgar moños negros, asistir a un funeral y aplaudirle al alcalde caído.
La dinámica de la ciudad cambió desde el momento en que un disparo acabó con la vida y el proselitismo político de Ricardo Guzmán a unos meses de terminar su mandato como presidente municipal.
La despedida fue popular. La calle Hidalgo, una de las principales de esta ciudad se cerró, se colocó una carpa a mitad de la calle y con sillas y meseros la gente esperaba el momento de ver el cuerpo, de dar el pésame a la familia o simplemente para unirse al luto.
Como todo plazo se cumple, llegó la hora de partir.
Pocos minutos antes de las 4:00 de la tarde, el cortejo fúnebre partió rumbo a la plaza principal. Una escolta de la policía municipal encabezaba el contingente. La ciudad se paralizó por completo.
Las sirenas ensordecieron el centro de la ciudad, las campanas repicaron, los taxis de la ciudad tocaron sus bocinas, el lamento de sonidos contrastaba con la intranquilidad de los llantos silenciosos de los deudos.
Pero el protocolo se rompió cuando los aplausos inundaron la plaza principal, el contingente fúnebre se colmó de alegría por unos instantes mientras la gente aplaudía de tristeza.
En seguida se realizó una Sesión de Ayuntamiento solemne. En presencia de todos los representantes del Cabildo, se aprobaron tres días de luto municipal. La ceremonia terminó con la bandera a media asta, con una banda de guerra tocando marchas fúnebres y llantos desconsolados de la familia del edil.